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martes, 15 de septiembre de 2015

Os presento a Mari...

Estos días viendo las duras imágenes que recorren las redes sociales, los periódicos, los noticieros,... me sale desde dentro una reflexión que no es un cuento, ni un poema, sino la dura realidad de Mari. Pero ¿quién es Mari? Aquí os la presento...

Mari es una mujer de mediana edad, 32 años recién cumplidos. Tiene 2 hijos y está embarazada. Tiene que dejar su país porque está en guerra. Después de tiempo sufriendo y cansada de pelear día a día, Mari, decide arriesgarse y coger a sus dos hijos y no sabe la suerte que sufrirá su hijo aún no nacido. Pero por si acaso y sin despedirse de su marido que está luchando por una guerra, sinsentido como cualquier guerra, decide embarcarse en una lancha hinchable. Pone al cuidado de dos niñas más mayores que también viajan con ellos, a sus dos hijos pequeños de 6 y 8 años por si ella tiene algún percance.  Mari había metido en su pequeño equipaje, algunas cosas por si le hacían falta para sus niños y se despide de los suyos para siempre. Una dura despedida, porque allí lo deja todo, sus cosas, su hogar, su familia. Llegan a la orilla y tiene que dejar lo único que lleva encima, el atillo que tenía en su espalda para sus niños. Allí  en la orilla, lo tienen que dejar todo y se van con lo puesto, porque en la barca no caben apenas ellos, cuanto más para llevar equipaje. Y apenas si lleva algo de dinero, algunas monedas que era lo que les quedaba. Y se despide con su mejor sonrisa, sin pensar en el horror del viaje, ni lo que vendrá después...
Mari al igual que muchas personas en estos momentos, lo deja todo para salir del horror, para buscar un futuro no mejor para ella, pero sí quizá para sus hijos. Huye porque donde viven, ya no hay vida, sino desolación. Olor a muerte que deja la guerra. Y quieren salir para encontrar su pequeño paraíso. Un lugar donde se les reciba con los brazos abiertos, donde las fronteras estén abiertas para ellos y en donde puedan vivir y trabajar a cambio de su esfuerzo. Pero están saliendo tantas personas, que ni las fronteras están abiertas, ni hay trabajos para ellos, ni otras personas les reciben con los brazos abiertos. Se van cerrando muros y en vez de abrir barreras, se crean otras nuevas.
Mari se enfrenta como otros muchos a un mundo vacío de valores y lleno de injusticias que está haciendo a los gobiernos cada vez más poderosos, pero a los pobres o a los que menos tenemos, más pobres y con menos recursos.
Son momentos en los que nos tenemos que hacer cada uno de nosotros una llamada de atención y una especial pregunta: ¿Y si yo fuera Mari? ¿Qué haría por sobrevivir? Y si me encuentro con Mari por la calle, pidiéndome un sitio para comer o para dormir, ¿qué haré?.
Son momentos en los que hemos de ser más solidarios que nunca, porque quizá lo que estamos sembrando ahora es lo que en un futuro, recojamos nosotros. ¿Quién nos dice que no seamos Mari en unos años?
Es una reflexión que brota de dentro porque a pesar de todo, sigo pensando en que en nuestro mundo, otro mundo es posible, pero depende de cada uno de nosotros. 

Con mucho cariño hacia tantas personas y mi pequeño homenaje hacia ella...
Olga Hernández González

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