Not seeing a Scroll to Top Button? Go to our FAQ page for more info.

domingo, 5 de abril de 2020

#Quédate en casa

#Quédate en casa. Esta es la frase más dicha desde que hace tres semanas empezamos nuestro confinamiento por el covid19 y me gustaría sacar lo que mi corazón tiene dentro y durante días he ido reflexionando. Cuando decretaron el estado de alarma lo primero que sentí fue miedo, desprotección, angustia y rabia. Después llegaron sentimientos de soledad, de separación, de ruptura con lo cotidiano. Luego vino un tercer momento en el que me daba cuenta cómo la gente íbamos tomando consciencia de que esto era serio, cuando iba a trabajar veía a menos gente, las tiendas y bares empezaron a cerrarse e ibas a comprar y ya pareciera que hubieran arrasado con todo cuando yo llegaba. Luego llegó otra etapa, unos días de ver que la normalidad estaba rota y entonces empiezas a pensar... yo me tengo que quedar en casa pero no puedo...
Tres semanas más tarde en las que no he podido sino hacerme consciente de la nueva realidad que nos está tocando vivir, me daba cuenta de que en menos de un mes ha habido en mi vida muchos cambios, al igual que en las casas de todas y cada una de las personas. Desde un lugar a otro del mundo empezamos a escuchar por navidades o algo antes, que un bichito en China estaba haciendo estragos, pero estaba lejos y bueno era cosa de otro lugar... A primeros del mes de marzo apareció algún caso en España y luego se iba acercando, tanto que ya las noticias nos iban alarmando. Al principio algunos nos comentaban que esto sería parecido a una gripe como la del 2009, que también vivimos muy de cerca pues nuestro hijo con 5 años estuvo infectado y sabíamos de primera mano lo que era estar aislado, ir con mascarilla, guantes, bata y pasar una semana sin moverse para nada del hospital. Ahora que llevamos 3 semanas en nuestras casas y el ritmo de vida nos ha cambiado totalmente, el bichito que ha llegado por el motivo que sea, no voy a entrar en profundizaciones porque tengo mi teoría, nos ha hecho ver la vida de otro modo y ha sido capaz de transformar y modificar de arriba a abajo nuestros estilos de vida, nuestro sistema, el consumo,... Ha roto nuestro día a día, nuestras rutinas o formas de vida y dan igual las clases sociales.
Mucha gente se tiene que quedar en casa sin poder ir a comer fuera, sin poder tomar algo después del trabajo o hacer el pincho-pote que tanto se estila, salir de fin de semana o planear unas vacaciones, han de pasar a un segundo plano, porque nuestra vida ha sufrido un paréntesis, ha de llevar un ritmo distinto.
Llega una cuarentena, que con la nueva prórroga, serán de mommento 40 días de calendario, mas los que nos toquen después hasta recuperar un día a día, al que después nos tendremos que readaptar y que yo creo nunca volverá a ser la de antes, o nunca debiera de serlo.
En estas tres semanas que me he quedado como paralizada y de mis manos no salía nada, he ido interiorizando y revisando lo que ha ido pasando en mi entorno más cercano, donde vivo y un poco más lejano al ir a la ciudad donde trabajo.Y como mi rutina se rompió como la de todos, hecho de menos el ir todas las mañanas donde mis padres y darles los buenos días para ver que en su casa todo está bien e irme después al trabajo, estar con mis compañeras, para terminada la jornada laboral llegar a mi casa a continuar la labor de madre, esposa, amiga, hija,... Y el fin de semana dedicarlo a mis otras actividades más lúdicas y voluntarias con las que también se llena y enriquece mi vida.
Ahora que hemos roto con la rutina, nos hemos marcado "otras rutinas", porque nos dicen que es mejor, marcarnos horarios para no perder el norte. Ja, ja, ja, me río porque parece ser que hemos de estar pegados siempre a un reloj, a las prisas... Si es así no estamos aprendiendo nada.
Creo que ahora nos toca, no tanto marcarnos rutinas, sí seguir unos horarios, porque algunos seguimos trabajando, incluso desde casa y es bueno seguir un ritmo de comidas, de acostarse o levantarse, porque sino sería muy difícil mantener un ritmo familiar. Esta temporada que nos está tocando vivir, nos ha dejar también tiempo para interiorizar, para meditar/rezar, para mirar nuestro interior, para darnos cuenta de lo que a cada uno nos está pidiendo el mundo. No podemos intentar recuperar una rutina en casa y todo los demás dejarlo en manos de los demás, porque cada uno habrá de asumir su tarea, cuando nos toque. No sólo los profesionales sanitarios, los de las fuerzas de seguridad o los que nos abastecen día a día han de ser los héroes de esta batalla. Cada uno, en la medida de nuestras posibilidades y realidades habremos de ser héroes o ayudar a cambiar nuestra pequeña realidad, nuestro entorno más cercano.
Cada uno hemos de ser los protagonistas de esta aventura que comenzamos hace 3 semanas y que vamos escribiendo entre todos, porque hemos de salir renovados, pero no por unos días, sino porque el mundo nos está advirtiendo que no puede más, que hemos de cambiar de hábitos, de maneras de vivir, de consumir.
Me enorgullece decir que vivo en un pueblo, la España vaciada de la que tanto se oye hablar, pero también en el pueblo, hemos sido capaces de salir a aplaudir aunque al principio nos diera corte estar dos, luego ya somos 7, luego 10...
Y a veces en el momento en el que estás aplaudiendo con todas tus fuerzas, recuerdo a mis padres, a mis familiares, amigos, compañeras de trabajo y cómo no, también recuerdo a esas personas que se están dejando la piel estos días en sus trabajos para salvar vidas como sanitarios, fuerzas de seguridad, transportistas, empleados en las tiendas y supermercados de todo tipo, pero también a quiénes nos abastecen, los agricultores, los ganaderos, toda esa gente del campo que tanto ha reivindicado y ahora es la que está dándolo todo.
Y quiero continuar haciendo mi reflexión para que se tengan en cuenta las vidas humanas. Estos días en los que como siempre somos números, tengo presentes a todos esos ancianos que se encuentran en residencias y en las cuales durante muchos años trabajé y sé de buena tinta, que los medios no eran los más adecuados. Los estudiantes han de acostumbrarse a trabajar desde casa y los que tenían que hacer prácticas se quedan sin ellas. Y tantas y tantas empresas, las administraciones... y sus trabajadores que, a marchas forzadas hemos pasado de trabajar físicamente a hacerlo online.
Cada uno hemos roto con nuestra parcela, nos avisaron de que esto iba en serio, pero no nos lo creímos y nos han tenido que encerrar en casa, aún así sigue habiendo inconscientes que se atreven a coger el coche de día o de noche para ir a su segunda residencia, sin darse en cuenta que ponen en peligro no sólo su vida, sino la de muchos. Nos piden que hemos de quedarnos en casa porque todos nos estamos viendo afectados de una u otra forma y estaremos afectados durante tiempo, porque esto volverá a la normalidad también de manera escalonada, para evitar nuevos picos y para que estemos fuertes y la tan ansiada vuelta a nuestras rutinas, sea prudente y no poniendo en riesgo a más vidas humanas. ¿Por qué no empezamos a pensar cada uno mas que en consumir en las personas, en las vidas humanas?
Y os planteo una reflexión personal, a la par que lo hago yo de cómo va ser nuestra vuelta a la normalidad. Yo tengo claro que una lección he aprendido, la vida es lo más preciado, luego mi familia; los cuatro que vivimos en casa. Al principio en algunos momentos con esto de las tecnologías, pareciera que cada uno vivía un confinamiento en solitario, a lo suyo y apenas viéndonos para comer hasta que fuimos conscientes que ese tiempo que ahora nos regalan podíamos compartirlo todos juntos de otras maneras, para desempolvar el parchís, el monopoly o hablar en familia. Aprovechar esta oportunidad porque en el día a día, pocas son las veces que podemos estar así, juntos.
Una llamada de atención al uso y enganche que hemos pasado a tener del móvil, el wasap y las redes sociales, dejando a un lado otro tipo de cosas también importantes, mirar por la ventana, ver el sol o ver llover... Estas semanas tecibimos cantidad de mensajes de wasap, vídeos e imágenes riéndonos del virus, de personas, de situaciones, bulos, incluso nos tuvieron que pedir los primeros días que se tuviera en cuenta a toda la gente que tenía que trabajar desde casa porque las líneas se estaban colapsando... sinceramente me preocupaba que nos reímos de todo para no hacernos conscientes y olvidarnos de la realidad o suavizarla lo más posible, ¿aún no hemos madurado? Pero claro es más importante mandar mensajes que estar pendientes de las noticias que nos aburren porque todo es hablar de lo mismo.
También me brota una llamada a la esperanza, a dar las gracias porque en estas semanas he visto cantidad de detalles que no salen en las noticias. He estado más cerca y lejos que nunca de muchas personas que quiero, pero a la vez me siento muy acompañada. Soy afortunada de poder estar con mi pareja y mis hijos con los que hacía mucho tiempo no compartía tanto tiempo. He sentido equipo de trabajo a pesar de las muchas dificultades de trabajar muchas personas juntas. Me siento más viva que nunca y tengo la certeza que la vida nos ha cambiado, porque la realidad lo necesitaba. Me gusta ver cómo profesiones olvidadas y que parecieran menos importantes han salido más a la luz y cómo gente emprendedora es capaz de salir adelante y sobrevivir; ayer oía cómo una empresa deja de hacer conches para hacer máscarillas, esto ¿no es impresionante?. Ver de nuevo el cielo azul en las ciudades y respirar aire puro, aunque sea con mascarilla... Dar las gracias con aplausos a cada vida que se salva o por las tardes cuando salimos a nuestras terrazas o balcones...
Sólo pido que todo esto que estamos aprendiendo, no lo olvidemos... Te animo como escritora, a ti que me lees, te hago una propuesta, una invitación...
Déjame una frase positiva o negativa, una reflexión, una palabra,... porque esto es lo nos estásucediendo... Porque ya sabes lo más importe ahora mismo es #quedate en casa.

Gracias por vivir!!!

©Olga Hernández González

2 comentarios:

Ricardo Muñoz dijo...

Tan humana como siempre

Olga Hernández González dijo...

Hasta ayer no había salido nada de mí.