Cuando la pena te hace que duela el corazón y las lágrimas te salen desde tan dentro... ¡Qué mejor manera de decirte hasta luego que agarrando fuerte tu mano y con un te quiero!
¡Ay! cómo duele el corazón cuando se va un ser querido, aunque sea mayor. Como una vela te has ido apagando y me mirabas y me conocías, pero como hablando no podías, te comunicabas de otras maneras y mi mano fuertemente agarrabas. He sido durante tiempo tu intérprete y cuál búho mirabas a uno y otro lado buscando con ansia a tus hijos queridos.
Pero también he sentido rabia y mucho dolor, porque me obligaron a darte de comer cuando tú ya no querías... (A veces los profesionales no entiendem que el que acompaña al enfermo es quien mejor le conoce). Yo sólo queria evitar que sufrieras creo que ya es hora, ya has pasado bastante. Contigo me he preparado para tu partida, rodeada de amor y de tus seres queridos,...
Doy gracias a Dios por haber podido acompañarte tus últimos dias y aunque todos los días no físicamente, pero nuestro nexo de unión ha sido y será muy fuerte. Estos dias los voy a guardar en mi corazón como el mayor de los regalos y espero que tú te los lleves como la mejor de las flores, esas que tantas veces hemos plantado. También te doy gracias, porque hemos llorado y nos hemos reído, hablar no podías, pero mi nombre unas cuantas veces repetias y a todo el que iba intentabas sacar una sonrisa o movías tu mano. Muchas flores no llevaré a tu funeral, porque soy de las que piensa que las flores se dan en vida, pero la mejor de las rosas está en mi corazón, con tantos recuerdos y momentos vividos. Estos últimos días mis ojos se han vaciado y las lágrimas salían como el que aprieta una esponja llena de agua.
Hemos dado gracias por la familia que dejas, con nuestros más y nuestros menos, pero una gran recua. Tú has sido hasta el final una mujer fuerte, luchadora y como yo he visto siempre, vuestra casa siempre estuvo abierta, llena de gente. Y cómo no, también me has reñido, cuando no he hecho bien las cosas, pero ahora me doy cuenta que lo hacias porque más me querías. No has sido muy besucona, ni tampoco de abrazos, pero no por ello, somos menos sensibles, porque estos dias, cuántos nos has dado.
También me quedo con tus recetas, porque muchas tardes hemos estado en la cocina, el chocolate con churros, los huesillos y las roscas de leche. No te preocupes que seguiremos haciéndolas, es la tradición y la seguiremos manteniendo.
Dejas en mí el gen que contigo has tenido y que me ha de ayudar a cumplir la promesa hecha en aquel momento, que a solas las dos, cuando tu cabeza consciente nos lo permitía, así, agarradas de la mano en alianza divina nos hemos confesado.
Estamos tristes porque ya no te vamos a ver físcamente, pero contentos porque ahora vamos a tener otro Ángel más en el cielo; allá te vas junto a la estrella brillante, el amor de tu vida, al que por fin agarras de la mano y a tu Dios que te llama también a su lado. Los dos nos vais a guiar y acompañar.
Te quiero mucho y quiero que te vayas muy orgullosa.
Gracias por tanto, por lo bueno y también por lo malo, que ha sido así porque la vida... Es un regalo.
©Olga Hernández González
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